He estado unos días en Estambul. Hacía mucho que quería ir y he vuelto impresionada. Es una ciudad especial, muy europea a pesar de estar tan cerca de Asia y de esas ciudades en las que podrías vivir o en las que parece que ya has estado aunque no hayas ido nunca.
He tenido la suerte de vivir un Estambul distinto gracias a K. y ME. que lo conocen bien y me han enseñado no solo los sitios de visita obligada (me quedo con Santa Sofia y las Cisternas) sino también el Estambul más del día a día, del pateo y una parte importante para conocer cómo respira una ciudad: la noche y la comida.
Muy recomendables las vistas desde la terraza del Leb-y deria o el 360. Espectacular el restaurante Zuma en el barrio de Ortakoy (tomamos un vino libanés riquísimo y un tartar de atún, salmón y caviar que se te va la olla) y divertidisimas las copas en el Reina o el súper posh Anjelique.
Y no me olvido del kebab mixto de Medi Sark Sofrasi, un kurdo autentico en el que cenamos la primera noche y comimos el último día, ni del humus o la baklava del Hamdi, el decadente Koftesisi o los brunch del Ara y el House Café.
Y mención especial para la cena en nuestra terracita el último día a base de champagne francés, quesos turcos, pseudo caviar iraní y otras delis turcas y también para el paseo improvisado en yate por el Bósforo con un desembarco un tanto peculiar.
Gracias K. y ME. Hay que repetir.
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